Desde 2012, Mitchell y Liz Heinz han dedicado sus vidas a una misión desafiante: alcanzar a una tribu indígena de 4.000 personas, repartidas en 14 aldeas en una reserva de 30.000 hectáreas, que nunca antes habían estado expuestas al Evangelio. Los misioneros construyeron relaciones a lo largo de los años, pero se enfrentaron a una fuerte resistencia de los líderes tribales, que amenazaban a cualquiera que mostrara interés en la fe cristiana.
En 2014, conocieron a Mara, una mujer que se había convertido al cristianismo en São Paulo y, a pesar de la constante persecución, se mantuvo firme en la fe. Mara, que se convirtió en una aliada clave, presentó a la pareja misionera a su hermana y a su cuñado. Bajo un árbol de anacardo, comenzaron a reunir a familiares y amigos para escuchar historias bíblicas y aprender más sobre Jesús.
Con el tiempo, incluso bajo presión, el grupo creció, y en 2022 se formó la primera iglesia indígena, que se reunía semanalmente para estudiar la Biblia. La fe de los nuevos conversos, sin embargo, atrajo aún más persecución. Leo y Luana, por ejemplo, fueron destituidos de sus puestos de enseñanza bajo la influencia de Sue, una influyente líder tribal.
Sin embargo, en un momento de crisis, Sue experimentó el amor de los cristianos: cuando su hijo desapareció, los miembros de la iglesia, incluidos Leo y Luana, fueron a su casa a orar. Poco después, su hijo regresó, y Sue, conmovida por la solidaridad de aquellos a quienes había perseguido anteriormente, comenzó a abrirse al Evangelio.
Hoy en día, la iglesia indígena sigue creciendo, realizando bautismos y formando nuevos discípulos. Según Mitchell, “hay más apertura al Evangelio que cuando comenzamos este trabajo hace 12 años”.